Por su muerte
Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Romanos 5:6
El sonido de la explosión fue espantoso. Después vinieron gritos, horror y sangre. El Sargento Salzman, miró a su alrededor. El peligro había pasado. La explosión dejara cuatro soldados muertos. Él, estaba vivo, pero, para su desesperación, notó que su brazo derecho había desaparecido y la sangre brotaba como un chorro.
Semanas después, delante del espejo de pared del Centro Médico de la Armada Americana Walter Reed, empezó a entender su realidad. Tendría que aprender a vestirse, a lavarse los dientes y el rostro, con el brazo protético que le acababan de colocar.
Tuvo ganas de llorar. No por causa de la prótesis. Estaba vivo y aquel brazo, lo había perdido luchando por su país, en la guerra de Irak. La vida, en la forma que fuese, era motivo para agradecer a Dios.
¡Vale la pena vivir! Sin brazos o sin piernas. La vida continúa siendo vida cuando la esperanza palpita en el corazón. Y esperanza, no es actitud mental. Conozco gente que, por más ejercicios de actitud mental que hace, acaba en la locura, la desesperación y la muerte. No puede convivir con su nueva realidad, después de un accidente.
La fuente auténtica de esperanza es Jesús. Él te muestra una dimensión desconocida de la vida. El texto de hoy, dice que aún cuando éramos débiles, Jesús murió por nosotros. ¿Quiénes éramos nosotros? ¿Qué habíamos hecho para merecer el sacrificio supremo de Jesús? Nada. Éramos impíos, dice Pablo. Habíamos escogido nuestros propios caminos. Pero Dios nos amó al punto de entregar la vida preciosa de su Hijo, para salvarnos.
Salvación involucra actitud mental vencedora, aún en medio de las dificultades y adversidades. Puede no haber sol, pero la esperanza cristiana te da la convicción de que el sol brilla por encima de las nubes.
Cristo asumió tu culpa. Pagó su precio en la cruz y te dio el derecho de mirar los horizontes infinitos de una nueva vida, a pesar de la situación en que te encuentres.
Comienza hoy, un nuevo día sabiendo que lo que te resta de vida es la oportunidad de escribir una nueva historia. Saca de tu cabeza la idea pesimista de que “ya nada volverá a ser como antes”. No necesita ser. Lo que pasó, pasó. Atrévete a escribir una nueva historia, recordando siempre que “Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos”.