¡Cuidado!
Porque: el que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño. 1 Pedro 3:10
Me acuerdo de la segunda vez que nos vimos. De la primera también. Nos hablamos en el parque del colegio. Contamos nuestras historias y pensé que llegaríamos a ser grandes amigos.
Pero la segunda vez quedó marcada en mi memoria, para siempre. Me contó una historia triste, me conmovió y le di lo que tenía en el bolsillo, el dinero que yo necesitaba para comprar un libro.
Sin libro y sin dinero, fui a la biblioteca y estudié allí. Me sentía bien habiéndole hecho un favor a mi amigo. Cualquier sacrificio valía. Lo había sacado de una situación difícil. Por lo menos eso creía yo.
Al volver para casa, lo vi en la cantina pagándole la cuenta a un grupo de amigos, con mi dinero.
A partir de aquel día él se distanció de mí. Nunca me dio una explicación. Simplemente se alejó y jamás me devolvió el dinero.
¿Quién perdió y quién ganó? No fui ingenuo al creer en su historia. Confié en él. Gané. Perdí el dinero pero gané experiencia. Aprendí a conocer mejor al ser humano.
La vida pasó. Un día de esos, conversando con colegas de antaño, alguien lo mencionó. Continúa con la misma actitud. Tratando de engañar a todos los que encuentra en su camino. Nada logró. Envejeció sin pena ni gloria. La vida se le fue y jamás vio “días buenos.”
El apóstol Pedro habla en el versículo de hoy de la importancia de usar la lengua para construir y no para destruir. Se menciona de manera específica la palabra engaño, como uno de los peores instrumentos del lenguaje. Engaño, en el original griego es dolos. Significa, decir cosas bonitas para alcanzar propósitos malos.
Es el joven que se acerca de una chica para decirle que la ama cuando en realidad solo desea pasar un buen momento con ella. Es decir que estás enfermo para no trabajar, o hacer creer a los otros que pasas por un momento difícil para lograr la conmiseración de las personas y alcanzar objetivos excusos.
Pídele hoy a Jesús que te ayude a usar bien el don de la palabra, “Porque: el que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño.”