¡Rescatados!
Y sabiendo que fuisteis rescatados… no con cosas corruptibles… sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación. 1 Pedro 1:18,19
Rescate es el precio que se paga para devolverle la libertad a un prisionero. En los tiempos de Pedro había por lo menos seis millones de esclavos en el imperio romano y era fácil entender el concepto de rescate.
Un esclavo le pertenecía al dueño de por vida. El esclavo no tenía derecho de soñar, de anhelar, ni de hacer planes futuros, no tenía el derecho de ir ni de venir y ni siquiera de amar porque hasta sus hijos le eran arrebatados por el Señor para ser vendidos. El esclavo nacía, vivía y moriría así, a no ser que una persona bondadosa, lo comprase y le devolviese la libertad. Había esa gente buena. Eran pocos pero los había. Y ese acto de comprar a un esclavo para dejarlo en libertad era llamado de rescate o redención.
La biblia usa la misma palabra para definir lo que Jesús hizo por nosotros en la cruz. Estábamos vendidos al pecado. Le pertenecíamos al diablo. Nos habíamos entregado a él voluntariamente. Quedaríamos así de por vida, pero apareció la persona maravillosa de Jesús y pagó el precio de nuestro rescate. ¿Cuál es ese precio? La vida. Su vida. Nosotros habíamos pecado y merecíamos morir, pero el señor Jesús murió en nuestro lugar y ahora nosotros estamos salvos.
Aquella noche en el Getsemaní, el Señor Jesús sudó gotas de sangre por causa del sufrimiento. Jesús no era un loco suicida que quería morir. El era un ser humano como tú y como yo y como todo ser humano tenía el instinto de conservación, no quería morir. Pero su amor por ti fue más grande y aceptó la muerte. Era la única forma de rescatarte. Como un cordero fue llevado al matadero y murió en silencio.
La pena por el pecado ya fue pagada. Ahora solo te resta aceptar el sacrificio de Cristo en tu favor.
¿No te parece que este es motivo para vivir agradecidos a Dios eternamente?
Haz de éste, un día de gratitud, de adoración y de alabanza a Dios por su amor infinito. “sabiendo que fuisteis rescatados… no con cosas corruptibles… sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación.”