No temas al hombre
Yo, yo soy vuestro consolador. ¿Quién eres tú para que tengas temor del hombre, que es mortal, y del hijo de hombre, que es como heno? Isaías 51:12
Mientras vivas en este mundo los enemigos aparecerán todos los días intentando traer dolor a tu corazón. Los encontrarás, en el vecindario, en el lugar de trabajo y hasta en medio de la familia. Pero también pueden ser, una circunstancia difícil, una enfermedad, un momento de adversidad, en fin.
El consejo divino de hoy es una palabra de advertencia. No temas al enemigo, míralo de frente, a los ojos, no huyas, no corras, no te escondas. Hay dos motivos para proceder de este modo. El primero es que Dios es tu consolador. La palabra consolador, aquí no se refiere únicamente al que ofrece palabras de ánimo, sino mas bien, al que da fuerza para enfrentar a las personas y a las circunstancias, a pesar de cuán poderosas puedan ser o parecer.
La otra razón para no temer al enemigo es que “el hombre es mortal y el hijo del hombre como el heno.” El heno es paja seca que lleva el viento. No tiene sustancia, ni contenido, solo apariencia. Si te pones a pensar, la mayoría de las personas, cosas o situaciones que a veces te amedrentan, solo parecen temibles. Tu imaginación es la que hace de ellas, amenazas terribles. Son como los espanta pájaros, con apariencia de feos y malos, pero si te aproximas de ellos verás que son incapaces de hacerte algún mal.
El Dios maravilloso que te hizo esta promesa no conoce derrota y jamás ha fallado con aquellos que han depositado su confianza en Él.
Decirte que no hay nada amenazador delante de ti, que no existen dificultades o desafíos sería negar la realidad. Claro que los hay. Siempre los hubo y los seguirá habiendo, pero si tienes presente que a tu lado está el Señor, enfrentarás la lucha con la certidumbre de que tu enemigo ya es un enemigo vencido. Haga lo que haga contra ti, no pasa de paja seca que el viento lleva.
Sal hoy para la batalla del día seguro de la victoria. Coloca tus temores en las manos de Dios. No huyas. Ningún peligro tiene el derecho de asustar al hijo de Dios. Y recuerda la promesa del Señor: “Yo, yo soy vuestro consolador. ¿Quién eres tú para que tengas temor del hombre, que es mortal, y del hijo de hombre, que es como heno?”