Mi paz os dejo
La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. (Juan 14:27)
La paz que Cristo ofrece no es la que nosotros conocemos por paz. Para el ser humano paz, es únicamente ausencia de guerra, de conflicto y de lucha exterior. El mejor ejemplo lo puedes ver en una paseata en favor de la paz. Ahí ves multitudes portando banderolas y pancartas: “Queremos paz.” “No a la guerra.” “No más sangre de inocentes.” “No más armas, queremos educación.”
Pero en medio de esa multitud puedes observar rostros enardecidos, ojos llenos de odio, gente atormentada por conflictos interiores, esposos que abandonaron a sus esposas e hijos que no respetan a sus padres. Pero quieren paz. ¿Qué tipo de paz? La paz que el mundo ofrece. Solo ausencia de guerra exterior y nada más.
Otro ejemplo. Hay personas que tienen dinero. Pueden comprar todo lo que quieren, viajar a dónde desea, tener lo que se les antoja. Cualquiera que los ve de lejos piensa que esas personas no deben tener conflictos ni dificultades y deben vivir en paz. Pero cuando llega la noche, esas mismas personas desean morir, porque la vida no tiene sentido, algunas se hunden en los placeres, las drogas, barbitúricos, y cuando eso no les alivia el dolor interior, muchas veces llegan hasta el suicidio. Tienen la paz que el mundo ofrece pero no la paz que Jesús da.
Los hombres y las mujeres, en su manera humana de ver las cosas, invierten los valores: buscan la paz antes que a Jesús, pero no la hallan. El cristiano, tiene paz en su relación con Dios, pero aflicción en su relación con el mundo. El hombre sin Cristo, tiene paz en su relación con el mundo, pero aflicción y tribulación en su relación con Dios.
La paz de Cristo es paz interior, calma en medio de la tormenta, serenidad cuando todo a tu alrededor parece que se viene para abajo. Eso es lo que Jesús quiso enseñarnos aquella noche en el mar de Galilea. Había tormenta, tempestad, olas gigantescas, todo parecía perdido, pero Jesús dormía como si nada malo sucediese. Tenía paz. Por eso el puede decir: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.”