La sombra
Tanto que sacaban los enfermos a las calles, y los ponían en camas y lechos, para que al pasar Pedro, a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos. Hechos 5:15
Hay personas que jamás olvida. El tiempos pasa, la juventud se va, las arrugas aparecen como surcos que el tiempo abre, pero el recuerdo de ellas dura, su influencia es semejante a un perfume que insiste en estar pegado a la piel. Creo que Pedro era una de esas personas. Los últimos años de su vida la gente lo seguía colocando lechos y camas para que al pasar el Apóstol, “a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos.”
Me emociona leer esto, porque este Pedro que las personas seguían para todos los lados era el mismo que una noche oscura y fría de invierno había negado al Señor Jesús. En aquel momento, después que el galló cantó por la tercera vez, el derrotado Pedro corrió desesperado rumbo a las tinieblas de su propia consciencia. El martillo de la culpa lo golpeaba inclemente. Había traicionado a su Maestro. Lo había abandonado en el momento que el Señor más lo necesitaba.
El rayar de un nuevo día encontró a un hombre hecho pedazos. El enemigo le decía: “Tú ya no vales nada, ¿Por qué no te ahorcas como lo hizo Judas?” En el silencio del amanecer, sin embargo, recordó la mirada de Jesús al cruzar el patio del templo. Humillado, azotado, burlado, el Maestro le dijo en aquella mirada. “Tú Pedro, lo arruinaste todo pero yo vine para hacer todo de nuevo. Confía en Mí. Yo te sigo amando.” Fue aquella mirada que lo animo a creer que era posible levantarse. Y se levantó. Cayó de rodillas pidiendo perdón y se levantó. Antes de levantarte es necesario caer arrodillado y reconocer que tú no puedes. El poder de Dios solo se manifiesta en el alma contrita y humilde.
Poco tiempo después encontramos a Pedro diciéndole al paralítico: “No tengo oro ni plata pero lo que tengo te doy. En el nombre de Jesús te digo, levántate y anda.” Y el hombre salió saltando como un niño.
Sí, algunas personas van y vienen, pero otras como Pedro, llegan a tu vida y a partir de ese momento, jamás eres el mismo. Su influencia marca, impresiona e inspira.
Haz de este día un día de inspiración. Usa tu influencia para el bien. Pídele a Dios que por donde vayas, las personas quieran estar a tu lado, aunque sea para recibir tu sombra. Que tu vida y tu influencia sean como las de Pedro “Tanto que sacaban los enfermos a las calles, y los ponían en camas y lechos, para que al pasar Pedro, a lo menos su sombra cayesesobre alguno de ellos.”