La dimensión del amor

El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno. Romanos 12:9

Leo, observó maravillado la danza de las figuras extrañas, ataviadas de ropas orientales: tres mujeres, moviéndose seductoramente en el palco. Se acercó y vio con asombro que eran jóvenes y hermosas. Tenían los ojos verdes.  Relucientes como esmeraldas. La figura de sus cuerpos en movimiento cautivó su mirada por varios minutos. Al terminar el show, se acerco de una de ellas. Era morena, de rostro triste. Su tristeza no combinaba con la danza que acababa de presentar.

Fue algo inexplicable. Solo una hora de conversación y ambos llegaron a la “conclusión” de que estaban profundamente enamorados. Así comenzó una historia de dolor, angustia y muerte.

Meses después, Leo no pudo soportar el dolor de verse engañado. Su mundo quedó en tinieblas y sus emociones perturbadas, le hicieron cometer un crimen que lo llevaría a la prisión por varios años. Todo sucedió la noche en que ella le dijo que nunca lo había amado. Se había casado con él, solo por causa de su dinero.

-¿Cómo puedes decir eso si pasamos tantos momentos maravillosos? Preguntó el joven engañado, en el límite de la desesperación.

- Fingí. Simplemente fingí. –Fue la respuesta dura y fría.

Lo que sucedió después, lo contaron los periodistas, con lujo de detalles.

El amor sea sin fingimiento, dice Pablo, escribiendo a los romanos. Él no se refiere solo al amor de una pareja. El consejo sirve para todas las circunstancias que el amor involucra. El amor es el sistema circulatorio de las relaciones humanas. Cuando la sangre llega, sana, a cada miembro del cuerpo lleva salud y lo capacita a ejercer sus funciones.

Pablo dice que el amor sano es sincero, auténtico y sin fingimiento. Se muestra como es. No se coloca máscaras. No se esconde, no camina en las sombras, no combina con penumbra.

Ese tipo de amor no es pasivo, es movido a la acción. Extiende la mano en dirección del necesitado. Renuncia, a veces, a favor del otro. Paradójicamente el mayor beneficiado no es el amado, sino el que ama.

Por eso, hoy, proponte amar, sin máscaras. Recuerda el consejo sabio: “El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno.”

Alejandro Bullon