Grandes cosas
Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Santo es su nombre, Y su misericordia es de generación en generación. A los que le temen. Hizo proezas con su brazo. Lucas 1:49-50
El sol despunta, en las montañas de Judá. Una jovencita camina pensativa. Túnica y sandalias viejas. Tristeza y alegría en el rostro. Vez por otra se toca el vientre. Quiere sentir el palpitar de la vida que se genera dentro de ella.
La mescla de sus sentimientos nace de la confusión. Su mente es un remolino de ideas. Se siente feliz por llevar dentro de sí, alguien tan especial. Al mismo tiempo la tristeza la envuelve. Sabe que el pueblo la condenará, al enterarse de la noticia.
Llega a una ciudad escondida entre las montañas. Todos llegamos. Si partes, acabas llegando. Es una ley de la vida.
Al llegar, el niño salta dentro de su vientre y su prima percibe. Hay cosas que no se pueden ocultar.
Fue en esas circunstancias que la joven ora. “El Poderoso me ha hecho grandes cosas”, dice. ¿De qué grandes cosas habla? ¿Qué grandes cosas había hecho el Poderoso con ella? “Hizo proezas con su brazo”, sigue diciendo. ¿A qué se refiere?
El texto de hoy fue sacado de la oración que María hizo cuando visitó a su prima Elisabeth para darle la noticia de su embarazo. El niño era Jesús.
Tú y yo hoy, sabemos que María había recibido un privilegio. Había sido escogida entre millones de seres humanos para ser la madre del Salvador. “Bendita tú entre las mujeres; y bendito el fruto de tu vientre”, la había dicho su prima.
Elizabeth, tú y yo, lo entendemos. Siempre hay gente que te entiende. Pero no todos están dispuestos a hacerlo.
La multitud, seguramente hablaría pestes al enterarse que una joven, que aún no había convivido con su prometido esposo, estaba en cinta. Sería motivo de chacota y burla. Lenguas venenosas se encargarían de desfigurar la situación. Pocos creerían que aquel niño, era fruto del Espíritu Santo.
Y sin embargo María creía que el “Poderoso” había hecho grandes cosas con ella. La joven miraba más allá de la tormenta.
¿Tienes miedo que el pueblo no entienda tu actitud? ¿El Señor ha colocado la certidumbre en tu corazón pero sabes que los otros no te entenderán? No te preocupes. Lo único que debe importarte es que lo que vas a realizar, es la orden de Dios y, aunque los otros no te entiendan, enfrenta el desafío diciendo: “Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Santo es su nombre, Y su misericordia es de generación en generación. A los que le temen. Hizo proezas con su brazo.”