¡Esperaré!
Mas yo a Jehová miraré, esperaré al Dios de mi salvación; el Dios mío me oirá.
Miqueas 7:7.
Melisa despierta sobresaltada, con la frente húmeda y los labios secos. Intenta murmurar algo pero solo consigue llorar. El dolor de la pérdida es abrumador. Siente que el mundo cayó encima de ella. Acaba de salir del hospital después de recuperarse de un terrible accidente en el que fallecieron sus padres. Ella quedó con marcas horribles en su cuerpo y se encuentra completamente desorientada.
Hija única, 22 años. No sabe cómo enfrentar la nueva fase de su vida. Se siente sola, abandonada, y mira al futuro con miedo.
“En mi corazón ya no hay alegría,” piensa en silencio. Y una lágrima rebelde resbala por los surcos de sus cicatrices.
Melisa, ¡No pierdas la esperanza! La vida sin esperanza no tiene sentido. Es necesario tener esperanza. La noche pasará y vendrá un día lleno de sol. Aún es posible realizar el sueño que la tragedia despedazó. El dolor pasará y tu corazón volverá a cantar como cantan las aves, celebrando la llegada de un nuevo día. Espera en Jesús y confía en Él. Aunque los vientos contrarios intenten arrebatar tu fe.
Al fin de cuentas tú no estás sola en este mundo. Tú, como el profeta Miqueas, en medio de la adversidad, tienes un Dios a quien mirar y en quien confiar.
El año se fue. Abre las cortinas de tu corazón. Deja entrar al sol de un nuevo día. Confía en las promesas maravillosas de Dios. Él jamás te prometió que en este mundo de dolor, la tristeza pasaría de largo. Las lágrimas son una realidad innegable de este mundo de pecado. Pero nada está perdido para los que confían en Jesús.
Espera en Dios. La esperanza cristiana no es el simple deseo de que las cosas mejoren, sino la certidumbre de que el sol volverá a brillar, aunque en este momento solo veas nubes que anuncian tormenta. La vida puede haberte quitado mucha cosa. Puedes tener motivos suficientes para creer que el año que pasó fue el más terrible, pero se fue. Ya es historia. Tú no vives de la historia. Proyéctate hacia el futuro con fe.
Comienza un nuevo año, repitiéndote a ti misma la oración de Miqueas: “Mas yo a Jehová miraré, esperaré al Dios de mi salvación; el Dios mío me oirá.”