¿Cuál es el camino?
Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? Juan 14:5
La preocupación del ser humano siempre fue encontrar el camino que lo lleve a la felicidad. En cierta ocasión, Tomás le preguntó a Jesús, “Señor, muéstranos el camino.” Y la respuesta del Maestro fue: “Yo soy el camino, la verdad y la vida.” Jesús es el camino y la verdad.
No existe nada más concreto y absoluto que Jesús. Infelizmente, vivimos en días cuando la verdad, para los seres humanos, se ha hecho relativa. El pluralismo y el relativismo, son dos filosofías que están impregnadas en todo. El pluralismo enseña que desde el momento que no existe un solo ser humano, es lógico, que no puede haber solo un concepto correcto. Pluralismo viene de ahí, de la palabra plural, muchos.
Consecuentemente nace el relativismo, porque se existen muchas maneras de pensar no puede existir una sola verdad, sino muchas, por tanto la verdad es relativa, mejor dicho, depende de lo que cada uno quiera pensar.
Pero cuando Jesús afirmó que Él es la verdad, estaba yendo contra el pluralismo y el relativismo. La verdad, desde el punto de vista bíblico es absoluta y está basada en la Palabra de Dios. Jesús lo dijo en su oración sacerdotal: “Santifícalos en tu verdad, tu Palabra es la verdad.”
Pero, al final de cuentas, la verdad ¿es Jesús o es la Palabra de Dios? Ambos. Jesús es el verbo, la palabra de Dios que se hiso carne y vino a habitar entre nosotros. En Jesús, la palabra no era solo teoría, Él era la Palabra hecha carne y vivida.
Esto sacude la idea de que vida cristiana es solo vivir en una comunión teórica con Jesús, o que el cristianismo fervoroso, se limita a hacerle una declaración romántica de amor a Jesús y cantarle, lleno de emoción. Todo eso es bueno, pero la vida cristiana es más que solo eso. Es vivir los principios de la Palabra de Dios.
Disponte a vivir los principios bíblicos, aunque las personas se burlen de tus convicciones o piensen que vives en la “edad de la piedra.” Deposita tu confianza en Jesús, acepta las enseñanzas de su Palabra y no digas como Tomás: “Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?”