¡Cuidado!
No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras. Eclesiastés 5:2
La habitación estaba vacía, pero se respiraba recuerdos en cada uno de sus rincones, añoranzas con sabor de amargura, gemidos de un corazón hecho pedazos. Trozos de dolor, de incomprensión y de revuelta.
Los recuerdos se esparcían aquí y allí. La imagen de un niño pequeño jugando con sus carritos de madera, le hacía volver al pasado. Un pasado que de tanto doler, se hacía presente a cada amanecer.
Alba se mordió los labios y maldijo a Dios. Lo hacía todos los días desde la trágica mañana que contempló a su hijo sin vida. En su corazón de madre triste ya no había lugar para la fe. Se negaba a seguir aceptando la idea de un Dios que permitía la muerte de un inocente.
El sabio Salomón en el versículo de hoy advierte: ¡Cuidado! “No te des prisa con tu boca.” No permitas que el sentimiento te lleve a decir algo de lo que más tarde te arrepientas. Y la razón que el escritor bíblico presenta, para ser cauteloso con lo que se dice en el momento del dolor es que “Dios está en el cielo y tú sobre la tierra.” No es posible entender los infinitos misterios divinos con la finita mente humana. “Mis pensamientos no son los tuyos.” Afirma el Señor a través de Isaías.
Yo sé que si perdiste un ser querido inesperadamente o si el dolor, en otra de sus muchas formas, ha tocado tu vida, la tendencia natural del ser humano es no aceptar la realidad. Es que ni tú, ni yo, ni nadie fue creado para sufrir. El sufrimiento es una experiencia intrusa en la vida humana. Es lógico que sientas repulsión por el dolor. Pero, por otro lado es necesario aprender a confiar en el amor divino. Dios jamás te prometió que en esta tierra no serías tocado por el dolor, pero prometió que en el momento de las lágrimas, Él estará a tu lado listo a enjugarlas y a fortalecerte para pasar en medio del vendaval sin amilanarte.
Por eso hoy, sacude el polvo de la insatisfacción y a pesar de las adversidades, marcha tomado de la mano de tu Padre. Y “No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras.”