Contigo
Estaba, pues, Jehová con Josué, y su nombre se divulgó por toda la tierra. (Josué 6:27)
¿Cómo definir con palabras el dolor de Jaime? ¿Cómo explicar la causa de sus lágrimas? No es fácil. Los sueños son sagrados. Nacen en el alma, se van formando como un niño en el vientre materno. Esperas ansioso el día de verle el rostro, pero ¿Qué sucede si pasa el tiempo y la realidad no aparece? Miras hacia dentro y allí, en lo recóndito de tu ser, solo encuentras restos de algo que se negó a ver la luz. Y te asustas y sientes que tu sueño se transformó en una horrible pesadilla.
Jaime soñaba ser rico y famoso. Pensaba que para eso, el primer paso sería liberarse de los “tabús que el cristianismo le imponía.”
“A final de cuentas –pensaba- vivimos en un mundo donde no hay lugar para los melindres de la consciencia.” Y partió como el águila, rumbo al infinito de sus aspiraciones. Voló, voló y voló en busca del sol. Y de repente sintió las alas chamuscadas en el fuego de la fama, y volvió solo y triste para su realidad de dolor y lágrimas.
Realidad diferente la de Josué. “Su nombre se divulgó por toda la tierra,” afirma el texto. El joven líder de Israel no buscó fama, busco servir y el resultado fue la fama. Diferente de Jaime que buscó la fama y encontró el dolor.
“Estaba pues Jehová con Josué.” Esta frase expresa el secreto de Josué. Dios controlaba su vida y sus decisiones. Él era el principio, el medio y el fin de su experiencia. En el poder de Dios, enfrentó a los ejércitos enemigos de Canaán y los derrotó. Cada victoria alcanzada lo preparaba para la siguiente victoria. Su confianza en Dios aumentaba. Aumentaban también su dependencia e sumisión.
Pero esta sumisión, lejos de convertirlo en un debilucho lleno de “tabús”, lo volvía un guerrero intrépido, capaz de ver la victoria, antes que los enemigos surgiesen. La preocupación que dominaba sus actos no era alcanzar la fama sino servir a Dios y a su pueblo. La fama fue la consecuencia natural de ser guiado por el Señor.
Haz de este día un día de confianza y entrega a Dios. Ten la seguridad de que tus decisiones no son solamente tuyas. Pide la aprobación divina y después, parte para las grandes victorias que el Señor tiene preparadas para ti. Porque “Estaba, pues, Jehová con Josué, y su nombre se divulgó por toda la tierra.”