Conocer a Jesús

El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él;  pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. 1 Juan 2:4-5

Alicia parecía un festival de colores y de vida. Un arcoíris deslumbrante. ¡Siempre era así! Para ella todo era colorido. La seda rosa dibujaba la exuberancia de su amor, el lino blanco la dejaba melancólica cuando lloraba y el terciopelo rojo combinaba con la insensatez de su loco corazón.

Decía que amaba a Jesús. Que el Cristo del evangelio era el gran amor de su vida. Que por Él sería capaz de hacer cualquier cosa. Pero jugaba con la vida y manipulaba los principios.

Argumentaba que un Dios de amor no combinaba con reglas, que mandamientos eran cosa del pasado. Los limitaba a una montaña llena de humo, fuego y sonido de trompetas. Ella prefería el Calvario, la montaña del amor, donde Jesús pagara por sus pecados.

¿Para qué preocuparse en obedecer? La “gracia de Cristo” era para ella un manantial de agua fresca que le permitía vivir como se le antojase. Y vivió.

Hasta el día en que descubrió sus sueños despedazados. Entonces, la seda rosa ya no tenía atractivo, ni el lino blanco. Tampoco el terciopelo rojo. No había más alegría en su vida. 

El apóstol Juan ya lo había dicho siglos atrás. “El que dice yo le conozco y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso.” La mentira combina con oscuridad. Por eso aquella tarde, que podía ser alegre, se volvía triste a pesar del sol inmenso que ardía como bola de fuego hundiéndose en el mar.

Nunca es tarde para revisar lo que llamas de Cristianismo. El que dice conocer a Jesús no toma al Maestro, de la mano y lo lleva por donde quiere. El cristianismo auténtico es sumisión a un Dios que te conduce a la tierra de la libertad. Libertad del libertinaje y de la tiranía de los deseos humanos.

Mira a lo lejos hoy, y pídele a Jesús que te ayude a andar con Él, porque “El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él;  pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él.

Alejandro Bullon