Aceptación

Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios.  (Romanos 15:7)

Lima, como toda ciudad grande, estaba congestionada y bulliciosa aquel día de diciembre, indiferente a las personas y a la vida. Sus estrechas, calles desgastadas de tantos pasos, no podían siquiera imaginar el dolor que embargaba las emociones del hombre cabizbajo, cargado de culpa. La figura anónima se deslizaba inadvertida, por el jirón de la Unión en dirección a la Plaza San Martín. 

Aquellas calles indiferentes, respiraban aire de navidad. Mucho color y calor. Color de los motivos navideños y calor terrible del verano. El misterioso personaje escogió aquel palco para protagonizar la última escena de su vida. La tragedia capital. Se dio un tiro en la cabeza.

Creo que cuando una persona decide poner fin a su existencia es porque se siente ausente y ajena. Como si no perteneciese a la vida. Como si para ella no hubiese lugar en este mundo.

Ser aceptado es una de las necesidades básicas del ser humano. Es lo que lo motiva a ser. Sentirse útil, lo hace necesario. Por eso Pablo aconseja: “Recibíos los unos a los otros”.

No dice recibid a los que os simpatizan o a los que simpatizáis, sino a los otros. Los otros son el prójimo, y el prójimo no tiene color, ni raza, ni idioma, ni personalidad, ni carácter. Tu prójimo es simplemente aquel que está próximo de ti. No necesita agradarte. Basta estar a tu lado.

Esto no tiene nada que ver con amistad. Al amigo, tú escoges. Al prójimo no. El consejo de Pablo no es aceptar al amigo, sino aceptar al prójimo.

La tendencia humana es escoger a quién aceptar. Aislamos a las personas que no nos gustan. Formamos grupos cerrados a dónde solo entran los que saben descifrar el código establecido. Y muchos, como el insignificante ser humano que caminaba anónimo por las calles céntricas de Lima, son dejados al olvido, sino rechazados, aislados e ignorados.

Haz de este día, un día especial de aceptación de las personas que no conoces. Saluda, en el lugar donde trabajas o en la escuela donde estudias, a las personas que no saludabas. Sonríe a los tristes. Comunícate. Extiende la mano al necesitado, en fin, sigue el consejo de Pablo: “Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios.”

Alejandro Bullon