¡Reconciliados!
Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Romanos 5: 10-11
“¡Esta vida me mata! Me mata su absurdo. Sí, el absurdo de la rutina me aniquila silenciosamente. La rabia de ser todos los días yo, la oficina, este maldito escritorio, el vértigo de los ventiladores, la soledad de tantos rostros, todo me mata.”
Perla escribía esas palabras mientras rumiaba el dolor de su rutina diaria. Se asfixiaba de monotonía. Lloraba en silencio, se sentía cansada de vivir e intentaba desahogar su espíritu garabateando la historia de su vida.
Todos los días, en todos los lugares, caminan Perlas, de muchas razas y de muchos colores. Idiomas diferentes, tamaños variados. No importa el país, ni la cultura. Son seres que sufren la agonía de estar vivos, sintiéndose muertos.
Ese es el estado diario del “enemigo.” Éramos enemigos, dice Pablo, vivíamos alejados de Dios, peleados, en situación de guerra. El ser humano reñido con Dios no tiene forma de ser feliz. Carga un vacío existencial que lo acompaña a todo lado y le recuerda que es “enemigo.”
Todos. Independiente de lo que creemos o no, venimos de las manos del creador y solo seremos completos en Él. La ausencia de Dios, crea en la criatura una sensación de rutina y monotonía, la vida pierde sentido y el trabajo diario de vuelve enfadoso y cansador.
¿Para qué? Te preguntas mientras tratas de cumplir obligaciones que no te proporcionan satisfacción. Pero el amor de Dios por ti se revela en el hecho de que te reconcilió con Él, al entregar al Señor Jesucristo para morir por ti.
Ahora, reconciliados, exclama Paulo, seremos salvos. Salvos ¿de qué? Del pecado. Pero también del vacío, de la rutina agobiante, de la monotonía de ir sin saber a dónde.
Despierta a la vida. Deja entrar la luz divina en tus días oscuros. Permite que el Sol de justicia ilumine cada rincón de tu existencia y parte hoy, para el cumplimiento de tus deberes diarios, seguro de que con Jesús, la vida se transforma en una eterna primavera, llena de horizontes infinitos.
Recuerda que “Si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.”