Tu gloria
Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén. 1 Pedro 4:11
¡La gloria de Dios! Lo que somos y tenemos es para su gloria. No somos nuestros. Somos hechura suya y el propósito de nuestra vida debe ser glorificar su nombre.
En el Antiguo Testamento, una de las tareas de los levitas era cuidar los utensilios que se usaban en el tabernáculo. Imagino que eso significaba lavar, limpiar y pulir las herramientas que eran de oro, plata y piedras preciosas. Cada vez que se necesitasen de esos utensilios, debían estar listos, limpios y bien cuidados.
¿Cuál es la aplicación de este incidente para tu vida? Los utensilios, en aquellos tiempos, eran instrumentos que servían para apoyar el servicio al Señor. Estaban en el tabernáculo para asistir en lo que tenía que ver con el ministerio al Señor. Por eso era importante que el instrumento siempre estuviera listo, dispuesto y preparado. Esos “utensilios” hoy, son: los dones y las habilidades, que Dios te dio.
Pero es necesario recordar que los dones que tienes son para la gloria de Dios y no para tu gloria. Por eso es importante que como “sacerdote” tengas el compromiso de mantenerlos en óptimas condiciones. En el momento en que Dios requiera de ellos, deben estar pulidos, brillantes, limpios y listos para dar realce al servicio del Señor.
Para que esto sea una realidad en tu vida, Jesús necesita ser el centro de tu experiencia. De otro modo, los dones y talentos que recibiste de Dios, se colocarán al servicio de tus propios sueños y planes personales, humanos y egoístas.
Conocí jóvenes brillantes, con dones extraordinarios, que usaron sus talentos para buscar fama, gloria, y aplausos humanos. Alcanzaron alguna cosa talvez, pero, Pero, ¿dónde están hoy? Y peor, ¿tienen paz en su corazón? ¿Pueden dormir tranquilos al llegar la noche?
Haz de este día un día de servicio al Maestro. Dedícale tus dones. “Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.”