Te veré otra vez

Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre. (Mateo 26:29)

En un campo de concentración, un joven mira a través de la cerca y ve a una muchacha, linda como la luz del sol. Ella le arroja una manzana roja a través de la cerca, el muchacho la recoge y un rayo de luz ilumina su mundo. No duerme aquella noche. El rostro angelical de la joven le viene a la memoria.
Al día siguiente, se aproxima otra vez de la cerca y ve de nuevo a la joven con otra manzana roja en la mano. Hace mucho frio, pero dos corazones son abrigados por el amor, mientras la manzana atraviesa la cerca.
El incidente se repite varios días. Dos jóvenes en lados opuestos de la cerca se buscan solo por un momento, para intercambiar miradas tiernas.
Cierto día, el joven le dice:
“Mañana no me traigas la manzana. No estaré más aquí, me llevarán a otro campo de concentración.” Y se va triste, tal vez para nunca más la volver.
Desde aquel día, la imagen de la joven, aparece en su mente en momentos de tristeza. Sus ojos, las pocas palabras, la manzana roja. Su familia muere en la Guerra. Su vida es casi destruida pero en los momentos más difíciles, la sonrisa tímida de la chica, le trae aliento y esperanza.
Los años pasan. Un día, en los Estados Unidos dos adultos se conocen al acaso, en un restaurant. Conversan de la vida. Hablan de sus encuentros y desencuentros.
-¿Dónde estuviste durante la Guerra? -Pregunta la mujer.
-En un campo de concentración, en Alemania.
-Yo recuerdo que le arrojaba manzanas a través de la cerca a un joven que también estaba en un campo de concentración.
Con el corazón casi saliendo por la boca el hombre balbucea:
-¿Y ese muchacho te dijo un día: “Mañana no me traigas la manzana porque me llevarán?
-Si- respondió ella, presintiendo algo maravilloso, ¿Cómo sabes eso?
Él la mira a los ojos, como se mira a una estrella y le dice: “Yo era ese muchacho. Me separaron de ti aquel día, pero nunca perdí la esperanza de volverte a ver. ¿Quieres casarte conmigo?
Jesús viene pronto para sentarse de nuevo a la mesa contigo. “Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.”

Alejandro Bullon