¡Regocijaos!
Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! Filipenses 4:4
Cuando Pablo escribió esto, estaba encarcelado en Roma. En esas circunstancias, Pablo podría haber pasado el tiempo, llorando y lamentándose. ¿No lo había dejado todo para seguir a Jesús? ¿Era esa la manera cómo Dios lo recompensaba por haber sido fiel? Pero en vez de eso, se regocijó y escribió una carta a los cristianos de Filipos, animándolos a vivir una permanente de regocijo en Cristo.
Puede ser que tú, en este momento, no estés físicamente encarcelado, pero quién sabe llevas cadenas de otro tipo: Tu salud que anda mal, tu matrimonio en problemas, conflictos en el trabajo, hijos que destrozan tu corazón, en, no sé.
¿Cómo pudo Pablo ser feliz en sus cadenas? ¿Cómo puedes tú ser feliz en las tuyas? Pablo explica: “Regocijaos en el Señor.” No en los seres humanos, ni en las circunstancias, ni en los tiempos buenos, sino “en el Señor.” Este es el secreto. No falló con Pablo y tampoco fallará contigo. “Cristo” es el todo en Pablo, y a todo lo demás, él lo da por perdido. Su herencia, su raza, sus conocimientos, todo lo considera “basura”, con tal de alcanzar el conocimiento de Cristo y ganar a Cristo. Y a Cristo, lo tiene por la fe.
La “vida” para Pablo es Cristo. ¿Qué es la vida para mí?
Es difícil sentir alegría y gozo verdaderos cuando cualquiera de estas cosas se constituye en el objetivo de la vida. Porque todo eso es sólo un espejismo. El secreto del gozo verdadero, es Cristo, ¡Y nada más que Cristo! Y tenerlo, es fácil, no cuesta nada. Dios te lo ofrece gratis, y todo lo que tienes que hacer es aceptar, no confiar ni en ti, ni en ningún otro, sólo en Jesús.
El problema es que “confiar,” no es solo un asunto de emoción, sino de acción. Jamás podré confiar en Jesús, si no paso todos los días tiempo con Él. Esto es, en resumen, “estar en Jesús.” Y solo podré regocijarme en todo cuando estoy en Jesús.
Por eso hay, antes de iniciar las actividades del día, revisa tu relacionamiento con Cristo. ¿Es algo formal? ¿O es la razón de tu vida? Y aunque no todos los capullos aún no hayan desabrochado en tu camino, aunque las cosas no estén saliendo cómo quisieras, “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!”