¿Por qué?
¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo? (Lucas 6:46)
En los tiempos apostólicos, no era fácil llamar a Jesús de Señor. El emperador era el único que podía llevar ese título y no aceptaba que los súbditos de su imperio, llamasen a otra persona de Señor. Por lo tanto, aceptar a Jesús como señor era colocar la cabeza a premio. Un asunto de vida o muerte. Reunirse en un lugar público y cantar loores a Jesús como señor era afrentar al emperador. Mucha gente era encarcelada y moría en los circos, despedazada por los leones, como resultado de su desobediencia a la orden del César. Sin embargo, la historia muestra que había cristianos fieles y valerosos que, a pesar de las amenazas de muerte, continuaron adorando al Señor Jesús.
Hoy, las cosas han cambiado. Hoy, nadie es amenazado por reconocer a Jesús como Señor, pero el diablo usa otra estrategia con la generación de nuestros días. Ha hecho que la profesión de la fe, no pase de un asunto teórico.
Multitudes cantan a Jesús. Miles se reúnen en estadios y auditorios gigantescos levantando las manos al cielo y dando hosannas al nombre de Jesús, pero ¿cuántos están dispuestos a obedecerle?
Aceptar a Jesús como Señor es aceptar su soberanía. Su voluntad expresada en su palabra, está por encima de mis creencias, preferencias, o gustos. Mi humanidad debe caer postrada a pies y en humildad debo aceptar sus enseñanzas. No cuenta lo que yo deseo, o lo que a mí me parece, sino lo que dice la Palabra de Dios. Eso es aceptar su señorío y soberanía.
La pregunta que debo hacerme es ¿Hasta qué punto Jesús es el Señor de mi vida? ¿Hasta qué punto estoy dispuesto a serle fiel?
Hoy, Jesús no me pide que muera por Él. Lo que Jesús desea es que viva por Él, en medio de la cultura moderna, pero sin contagiarme de ella.
No comiences las actividades de este nuevo día sin examinar las motivaciones de tu corazón para seguir a Jesús. ¿Por qué lo haces? ¿Por qué te conviene? ¿Por qué lo amas? ¿O simplemente porque naciste en la iglesia y siempre dijiste que eras un cristiano?
La única seguridad de andar en los caminos de Dios es conocer su Palabra y obedecer sus enseñanzas. De otro modo, te arriesgas a oír la voz del Maestro diciendo: ¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?”