Dios te librará
Porque él librará al menesteroso que clamare, Y al afligido que no tuviere quien le socorra. Salmos 72:12
Estoy en la esquina de las calles 7 de setiembre y ouvidor, en el centro de Rio de Janeiro. Hay mucha gente. Gente de todos los colores, formas y tamaños. Estudiantes con cuadernos y libros en la mano. Gente apresurada que corre al trabajo, gente que anda, vendedores ambulantes, compradores y personas que simplemente pasean. Unos tristes, otros alegres. Serios, sonrientes, amargados, en fin. Gente de todos los tipos y todas las razas.
En la misma esquina, sentado en el suelo, hay un mendigo que levanta la mano pidiendo auxilio. Nadie lo mira, las personas están demasiado preocupadas con sus propios problemas para darse el trabajo de siquiera mirar a alguien que extiende la mano.
Es la escena de todos los días y todos los lugares. Gente necesitada de un lado. Personas indiferentes, del otro. ¿Qué hacer? “La vida es así” Parecen pensar las personas. “Es el pan cotidiano de los mortales” “Nadie puede hacer nada por nadie”. Y cada uno sigue el ritmo de su vida huyendo de la pobreza, ajeno a la pobreza de los otros.
Hay momentos en la vida en los cuales literalmente no tienes a dónde ir. Necesitas de ayuda, sientes que tu embarcación se está hundiendo. Las tinieblas de la desesperación rodean tu vida y el miedo te paraliza. Menesteroso y afligido, no sabes a quién pedir socorro.
En el mundo hay personas que no ayudan porque no quieren. Otras no ayudan porque no pueden. Pero el versículo de hoy habla de un Dios que puede y quiere ayudarte. Un Dios que se preocupa por tus necesidades físicas y emocionales. La palabra menesteroso, ebyoun en hebreo, se refiere a alguien que necesita ayuda material, pero la palabra afligido, anyi, está relacionada con las carencias del espíritu y de las emociones.
Pobre no es solo el que no tiene que comer sino también el que tiene demasiado para comer pero que llora el vacío del alma. Lo maravilloso es que Dios se preocupa por ambos. ¡Clama a Él! ¡Suplica su ayuda! El está siempre listo a extender la mano a los que buscan su auxilio. Él conoce tus necesidades mejor que nadie, sabe tus dolores y tristezas, la soledad de tu alma, la angustias de tu corazón.
Ni un gorrión muere, ni un hilo de cabello cae, sin que Dios sepa. ¿Por qué no correría en tu auxilio? Por eso hoy, a pesar de las circunstancias difíciles que puedas enfrentar, recuérdate de la promesa divina: “Porque éllibrará al menesteroso que clamare, Y al afligido que no tuviere quien le socorra.”