¿Corrección o castigo?

¿No eres tú desde el principio, Oh Jehová, Dios mío, Santo mío? No moriremos. Oh Jehová para juicio lo pusiste; y tú Oh Roca, lo fundaste para castigar. Habacuc 1:12

“Yo solo quería ser feliz, nunca fue mi intención traer dolor a tanta gente” decía Patricia, con la cabeza entre las manos, sollozante y desesperada.

Tal vez no quisiese. Nadie quiere en sana consciencia hacer sufrir a las personas que ama, pero la vida es así, entras a un tobogán y solo despiertas cuando el dolor es una realidad. Patricia es el típico ejemplo de alguien que no quiso ajustar su vida a las enseñanzas divinas. “No me gusta le religión –decía- porque una no tiene libertad. ¿Por qué Dios tiene que decir todo lo que debo hacer?”

El texto de hoy habla de 4 atributos divinos: su eternidad, su santidad, su justicia y su poder. De estos 4, el más difícil de ser aceptado por el ser humano sea, tal vez, la justicia.

Después de la entrada del pecado el ser humano se tornó independiente. Se apoderó de la vida que le fue confiada. Se hizo el Señor de su propio destino. ¿Cuál fue el resultado? Dolor, tristeza, sufrimiento y muerte.

Cuando la serpiente se presentó a Eva en el Jardín, vino con una idea seductora. “No necesitas de Dios. La obediencia tiene como único propósito conservarte en el plano de una simple criatura. Tú puedes ser más que eso.  Puedes decidir lo que es bueno o malo para ti.”

Eva cayó. Adán también. Continuamos cayendo todos los días.  En las horas de dolor y desesperación acudimos al poder divino. En los momentos de enfermedad y muerte, pensamos en la eternidad de Dios. Cuando el pecado mancha nuestra vida al punto de asfixiarnos, nos recordamos de su santidad, pero en momento ninguno aceptamos su justicia. Por lo menos no, la justicia de la que habla Habacuc en el texto de hoy. 

El profeta usa la palabra hebrea Mishpat, que significa literalmente, el hecho de decidir un caso. Si Dios es Justo es Él, el que decide. El ser humano tiene derecho de aceptar o rechazar el camino que Dios le presenta, pero no tiene el derecho de escoger el mal y llamarlo bien. Dios es el único que se atribuye el derecho de decidir lo que es correcto o incorrecto, moral o inmoral.

Haz de este día un día se sumisión a la justicia divina. Jamás pierdes al hacerlo. Creces, ganas y tienes la garantía de la vida eterna. Di como Habacuc: “¿No eres tú desde el principio, Oh Jehová, Dios mío, Santo mío? No moriremos. Oh Jehová, para juicio lo pusiste.”

Alejandro Bullon