Con integridad

Y amarás a Jehová, tu Dios, de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. (Deuteronomio 6:5)

Al entrar al departamento Adrián dejó el maletín en el centro de la sala y se derrumbó pesadamente en el sofá. Estaba exhausto. El trabajo del día había sido agotador, el jefe había estado más insoportable que de costumbre y  hasta el calor, agobiante en esa época del año, se había mostrado infernal.

Con las manos debajo de la nuca y mirando a un punto indefinido del techo, el joven ingeniero, no dejaba de pensar en lo último que le sucediera aquel día. En realidad, era eso lo que lo incomodaba. La propuesta de trabajo que recibiera por teléfono mientras viajaba de regreso a casa era, desde cualquier punto de vista, irrecusable. A no ser por un detalle. La empresa que hacía la propuesta, quería que él trajese consigo copia de documentos importantes. Nada de más, a fin de cuentas él había ayudado a elaborar aquellos proyectos. En realidad eran también suyos. No estaría siendo totalmente deshonesto.

¿Existe deshonestidad total y parcial? Solo la idea de faltar con la ética, lo mortificaba por más que intentase justificar el hecho.

Adrián era un cristiano y se preguntaba cómo se conduciría Jesús en esas circunstancias. ¿Qué decisión tomaría? Cómo respuesta vino a su mente el versículo de hoy. El amor y la vivencia del evangelio no pueden ser una experiencia dividida. O eres o no eres. O amas a Dios con todo tu ser o entonces corres el peligro de desintegrarte interiormente y eso es fatal. Una persona dividida se incapacita de ser feliz, cae en el terreno del cinismo y se anula.

Todos los días, en circunstancias diferentes, te ves en la necesidad de decidir. La encrucijada no es solo entre el bien o el mal, sino entre la felicidad o la infelicidad, entre la vida o la muerte. 

¿Cuál es la decisión que necesitas hacer hoy? ¿A dónde necesitar ir, o cuán lejos de tus principios te ves tentado a andar? 

Este puede ser un día de vida, de decisiones sabias, de elecciones sensatas. Pero eso es posible solo cuando el corazón le pertenece a Dios por completo.

Por eso no salgas de casa sin recordar la orden de Dios a su pueblo: “Y amarás a Jehová, tu Dios, de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas.”

Alejandro Bullon