¡Adelante!
Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios. Lucas 9:62
¡No desanimes! Aunque todo te parezca perdido. Hay agua allá en el fondo, continúa cavando. Muchos han muerto de sed a la orilla del río. Faltaba apenas unos pasos, pero miraron hacia atrás, y sus nombres se hicieron polvo en la carretera de la vida.
Alejandro el Grande agonizaba un día, de sed en el desierto de Gedrosia durante la conquista de Persia. Se vio tentado a abandonar la idea de conquistar el mundo de sus días. Estaba cansado y sus soldados estaban muriendo uno a uno. Sentía que no tenía fuerzas para seguir adelante y se sentó a la sombra de una roca esperando el momento final.
Mientras esperaba la muerte, vio a una hormiga intentando vencer la dificultad de un montículo, cargando una paja. Cayó una, dos, tres veces. El desanimado jefe de los ejércitos griegos contó 38 veces, hasta que el diminuto animal logró vencer el obstáculo. Entonces se preguntó a sí mismo, avergonzado: ¿No soy mejor que una hormiga?
En ese instante, en medio del calor infernal, apareció un soldado con un casco lleno de agua fresca y la ofreció a su rey. Alejandro esperó que los soldados se percaten del hecho y se acercasen, movidos por la curiosidad.
El poderoso conquistador, tomó el casco, derramó el agua lentamente, ante los ojos atónitos de los soldados, y dijo: “demasiado para un solo hombre y demasiado poco, para todos.” Este hecho levantó el ánimo de la tropa y fue de allí que partieron para la conquista de Persia. Lo que vino después lo registró la historia.
Por eso, ¡No desanimes! La vida está hecha de luchas y dificultades. Si no fuese así tal vez no fuese desafiante el hecho de vivir. Al nacer, entraste en la lucha de esta vida, pusiste tu mano sobre el arado. Entonces sigue adelante, venciendo el calor del medio día, el frio inclemente de la noche oscura, o la helada madrugada de tu propia inexperiencia.
¡Despierta! ¡Es hora de luchar y de vencer! El reino es de los valientes y los valientes lo conquistan. Mucho más, si estás seguro que la tuya, no es una lucha solitaria. Jesús está a tu lado dispuesto a inspirarte y sostener tus manos cuando estás cansado.
No salgas hoy de tu casa sin recordar las palabras de Jesús: “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.”